“No hay un lugar en el mundo donde todas las armas hayan sido prohibidas y las tasas de homicidios hayan bajado”
“John Lott tiene pocos pares como analista de temas de política pública”, aseguró hace algunos años Milton Friedman, ganador del premio Nobel de Economía, sobre el trabajo realizado por el investigador y mayor exponente en materia de la defensa de los derechos de los legítimos usuarios de armas.
La opinión de Friedman, lejos de caer en exageraciones, describe de pies a cabeza la personalidad de Lott. Es que, sin discursos tibios o falsas correcciones políticas, el investigador lleva adelante desde hace varias décadas una dura lucha para derribar los mitos sobre el control de armas.
La vida personal y profesional de Lott ha estado marcada desde su inicios por el ámbito académico. El investigador, quien posee un doctorado en economía de la Universidad de California (UCLA), ha ocupado puestos de investigación en diversas instituciones académicas, como la Universidad de Chicago, la Universidad de Yale, la Universidad de Stanford y la Universidad Rice, entre otras.
Desde su lugar de divulgador científico, fiel a su perfil empírico, Lott se ha convertido a sus 62 años en un autor con una obra prolífica. Ha publicado más de cien artículos en revistas académicas revisadas por pares y ha escrito nueve libros, que incluyen “Más armas, Menos crimen”, “The Bias Against Guns”, “Freedomnomics” y recientemente “Mitos sobre el control de armas”.
En esta entrevista exclusiva, la primera otorgada a un medio argentino, comienza contando el motivo de su dedicación en derribar los mitos sobre la posesión y portación de armas en manos de civiles: “Me di cuenta de la desinformación que había sobre el tema. Eso, creo, es lo que pone en peligro la vida de las personas”.
Y agrega: “Existe falta de información sobre la forma en que alguien debe responder cuando se enfrenta a un criminal o cómo se deben detener los tiroteos públicos masivos. El único curso de acción más seguro es tener un arma, especialmente para los más débiles”. Y revela sobre los tiroteos masivos: “El 94 % de esos ataques en los Estados Unidos tienen lugar en áreas donde las armas están prohibidas”.
“Nunca me habían interesado mucho las armas, sólo me involucré por accidente”, cuenta Lott sobre cómo nació su relación con el mundo de las armas. Ligado desde joven a la docencia y al mundo de las aulas, el comentarista político explica que todo surgió cuando un grupo de alumnos le pidió si podía hablar sobre el control de armas. “Eso me obligó a leer parte de la literatura académica y me sorprendió lo mal realizadas que estaban las investigaciones”, recuerda.
Si bien actualmente es colaborador del periódico The Hill y columnista de Fox News, Lott también ejerce el cargo de Presidente en el Crime Prevention Research Center (CPRC), organización sin fines de lucro que fundó en 2013 y que tiene por objetivo proporcionar una evaluación científica objetiva y precisa tanto de los costos y beneficios de la posesión de armas, como de las actividades policiales.
Aire Libre (AL): Según sus investigaciones existe la creencia errónea y generalizada de que un incremento de armas en manos de civiles genera un aumento en los índices de criminalidad. ¿Por qué cree que sucede esto?
John Lott (JL): Siempre le pregunto a las personas si pueden nombrarme un lugar en el mundo donde todas las armas hayan sido prohibidas y las tasas de homicidios hayan bajado. La respuesta es no. Cada vez que se han prohibido las armas, las tasas han aumentado. Los países desarrollados con las tasas más altas de posesión de armas tienen tasas de homicidios más bajas. Por lo general, cuando las personas hacen comparaciones, generalmente eligen un grupo pequeño y selecto de países. Aun así, hay problemas reales con estos datos que sesgan el resultado en contra de la hipótesis de más armas, menos crimen. Por ejemplo, la gente no comprende las diferencias entre las tasas de asesinato y de homicidio. Si una mujer mata a un violador en serie que irrumpe en su casa, no es lo mismo que un ladrón que asesina a alguien a quien está asaltando. Nunca he entendido por qué se quiere agrupar esos dos tipos de casos. No creo que hacer comparaciones puramente transversales tenga mucho sentido, y en mis libros explico cómo eso puede ser muy engañoso.
AL: Justamente en su último libro “Mitos Sobre El Control De Armas”, utilizó como subtítulo Cómo los políticos, los medios de comunicación y los “estudios” fallidos han torcido los hechos sobre el control de armas. ¿Por qué cree que existe tanta oposición y resistencia de estos grupos?
JL: Es difícil meterse en la mente de las personas, pero creo que mucho de eso tiene que ver con cuánto confiás en las personas para tomar decisiones. En los Estados Unidos, los liberales generalmente no confían en que la gente tome las decisiones correctas. Por ejemplo, para el caso del seguro médico social, el ex Presidente Barak Obama adoptó un programa que no dejaba a las personas elegir qué estaba cubierto y cómo funcionaba esa cobertura. Si no se confía en las personas ni siquiera para elegir lo que cubrirá su seguro médico, ¿es una sorpresa que no se confíe en las personas y el uso de las armas? En todo el mundo, los multimillonarios financian la oposición a las personas que poseen armas. Los dos mayores financistas que impulsan el control de armas son Michael Bloomberg y George Soros. La ironía es que estos individuos tienen guardaespaldas armados las 24 horas del día para protegerse, pero no creen que la gente promedio deba tener armas o tener la opción de protegerse a sí mismos y a sus familias.
AL: ¿Cómo ve la situación de América Latina en relación con el control de armas?
JL: Si bien las fuerzas de seguridad son extremadamente importantes para proteger a las personas, debe quedar claro que, en América Latina, incluso cuando la policía es eficaz, prácticamente siempre llega a la escena del crimen después de que ha ocurrido. En gran parte de Latinoamérica, la policía simplemente no puede hacer su trabajo. Los índices de asesinatos y otros tipos de violencia son astronómicos. En aquellos casos en los que la policía está simplemente abrumada, no tendría que haber más remedio que dejar que las personas tengan la opción de protegerse a sí mismas y a sus familias. Cuando se regula estrictamente a las armas, sólo serán los delincuentes los que las tengan.
AL: ¿Qué políticas activas cree que podrían ser permeables entre los políticos?
JL: Hay una ironía en el tema de la política. Por ejemplo, en Estados Unidos los políticos que están a favor del control de armas son los que más despotrican contra la policía. Si gastaran más dinero en las fuerzas de seguridad y no en restringir su accionar con regulaciones sin sentido (como llenar un formulario enorme cada vez que hablan con civiles), no habría tantos delitos y la gente no se sentiría tan mal. La población necesita poseer armas para protegerse.
AL: ¿Cómo surgió la idea de fundar The Crime Prevention Research Center (CPRC)?
JL: Cada año se gastan cientos de millones de dólares en la investigación del control de armas. Aun así, existe una enorme cantidad de información errónea, por lo que pensé que había una necesidad real de académicos que supieran cómo usar correctamente los datos. La idea era tratar de educar a las personas sobre estos temas de manera adecuada.
AL: Cuéntenos un poco sobre el CPRC y si cree que el mismo podría desarrollarse en otros lugares.
JL: Es posible que se pueda desarrollar una organización similar si se encuentran académicos que estén dispuestos a investigar y abordar temas políticamente incorrectos. Sin embargo, el mundo académico tiende a ser bastante correcto en estos temas.
AL: En nuestro país hay tres frases en las que se sustentan algunas campañas, ¿qué respondería a cada una?
1- Tenés un arma, tenés un problema.
JL: Los defensores del control de armas simplemente no pueden aceptar el hecho de que los legítimos usuarios de armas sean increíblemente respetuosos de la ley. Algunas pruebas nuevas ponen las cosas en perspectiva. La policía es el factor más importante para reducir la delincuencia, pero incluso la policía comete delitos. Sin embargo, en las estadísticas, los legítimos usuarios de armas son más respetuosos de la ley que la policía.
2- El ejercicio de la violencia armada se esconde en los viejos modelos de dominación patriarcal.
JL: Mis investigaciones han demostrado constantemente que, por ejemplo, las mujeres se benefician mucho más que los hombres al tener armas para protegerse. La razón es simple: cuando un criminal masculino ataca a una víctima femenina, hay una diferencia de fuerza mucho mayor que cuando un hombre ataca a otro hombre. La presencia de un arma representa una diferencia mucho mayor en la capacidad de una mujer para defenderse. Con demasiada frecuencia, cuando las mujeres se enfrentan a la amenaza de violencia, el consejo es mudarse, cambiar de trabajo o esconderse. Se han realizado esfuerzos sistemáticos para asustar a las mujeres, en particular exagerando los riesgos de tener armas de fuego en el hogar.
3- La mayor cantidad de muertes y heridos ocurre en ocasión de conflictos interpersonales, de género u odio cultural.
JL: Alrededor del 90% de los asesinos adultos tienen antecedentes penales violentos. Los números son similares para los juveniles. Suelen ser hombres con un coeficiente intelectual relativamente bajo y una larga historia de problemas de relacionamiento con otras personas. La gente común no se vuelve loca de repente y mata a otros. Si lo que se busca realmente es preocuparse por personas en particular, hay que preocuparse por aquellos que tienen antecedentes penales violentos, no por los propietarios de armas que respetan la ley.
Licenciado en derecho, investigador en seguridad pública y coordinador regional (NE) de la ONG Movimiento Viva Brasil.
El campo de la seguridad pública debería ser inmune a experimentos ideológicos, ya que los conejillos de indias son los individuos, los ciudadanos que conforman la población de un país. Por lo tanto, cuando falla el experimento, es este conejillo el que muere, y esto, por desgracia, es lo que se ha repetido en Brasil.
El país ha elegido el camino equivocado cuando identifica la grave situación de violencia homicida en el que estaba inmerso, buscando soluciones que pasaron lejos de la verdadera causa del problema y que sólo querían trasladar a la sociedad la responsabilidad por ello. Los resultados fueron catastróficos, y en la actualidad el índice de homicidios brasileño es el peor desde que comenzó a ser estudiado, hace casi 35 años.
Los datos están disponibles en el avance de la edición 2014 del “Mapa de la Violencia”, los más confiables en el país por tener el reconocimiento oficial por parte del Ministerio de Justicia, ya que se basa en el Sistema de Información sobre Mortalidad (SIM) del Ministerio de Salud. Según el mismo, el país de la Copa del Mundo y de las próximas Olimpiadas llegó en 2012, el último con datos grabados, al año récord de homicidios: 56.337 víctimas, con la tasa histórica más alta desde el inicio del cómputo (en 1980), la asombrosa cifra de 29 asesinatos por cada 100.000 habitantes.
Son números impresionantes mayor incluso que las de los países en guerra. Su explicación, aunque puede incluir aspectos más complejos, como todo en la seguridad pública, presenta un factor importante para el deterioro de la situación: el error del desarme civil.
La idea del desarme se introdujo oficialmente en Brasil en 1997, cuando fue promulgada la primera ley efectivamente restrictiva a la posesión de armas por los ciudadanos (Ley N º 9.437/97) y a través de la cual también fue creado el SINARM – Sistema Nacional de Armas, para un estricto control del movimiento legal de las armas. Unos años más tarde, a finales de 2003, la legislación se volvió aún más prohibitiva, con el “estatuto del desarme”, que tenía como objetivo principal, precisamente, reducir la cantidad de homicidios en el país. Fue la puesta en práctica de una larga ideología desarmamentista elaborada por la ONU, aunque con ningún ejemplo positivo confirmado.
Obviamente, sin ningún resultado. Los homicidios, como se ve, no se redujeron, sino que llegaron a su punto más alto ahora, y lo que se dice que es una solución mágica se convirtió en un fracaso indiscutible y grandioso. Instituiyendo como regla general la prohibición de tenencia y portación de armas, el estatuto del desarme entró en vigor en 2004, el año en que se registraron 48.374 homicidios en Brasil . Cuatro años más tarde, y casi extinguido el comercio legal de armas, el número ascendió a 50.113 (2008) y han sido desde entonces ascendentes hasta el récord de 56.337, registrado en 2012.
En el mismo período, el número de armas registradas en el país cayó en picada . De los cerca de 8 millones de registros que formaban la SINARM en sus inicios, hoy sólo quedan alrededor de 600.000, dadas las severas restricciones impuestas a los ciudadanos, incluso para la renovación de los registros que ya existían. La ley por lo tanto además de no contribuir a la reducción de los homicidios causó una gran circulación incontrolada de armas en el país, produciendo un efecto diametralmente opuesto al deseado. La realidad práctica del experimento ideológico desarmamentista terminó indicando que la reducción de las armas legalmente en circulación genera un aumento en la cantidad de muertes violentas intencionales.
La comprensión de este aumento no es difícil. La cuestión es que las políticas de desarme en Brasil o en otros países sólo tienen la posibilidad de afectar a los crímenes pasionales, las tratadas en el “Estudio Global sobre Homicidios – 2014” de la propia ONU como “crímenes interpersonales ” cometidos por impulso y para los cuales tener legalmente un arma de fuego podría ser un facilitador. Sin embargo, la participación de estos crímenes en el número total de homicidios en Brasil es mínimo porque en el país, de acuerdo con el mismo estudio, la causa predominante para el homicidio es la práctica habitual de actividades delictivas – Los homicidios relacionados con otras actividades criminales – o es decir, los asesinatos brasileños están directamente relacionados con otros delitos, en particular el tráfico de drogas y el robo.
Mientras que Brasil insistió en políticas de desarme que sólo fragilizaban a los ciudadanos, no logró hacer frente a las actividades delictivas que en realidad derivan en homicidios. Sin estar en el centro de las políticas de seguridad pública y de la sociedad poco a poco impotente, el crimen se fortalece y con ello, se están registrando más y más muertes.
El marco es extremadamente preocupante. El aumento en la tasa de homicidios desde 2011 hasta 2012 alcanzó el 7 % y su número absoluto se ha asentado en hace unos 50 mil hace 5 años. Si el foco no se cambia y la política de gasto de la seguridad pública no entiende al ciudadano responsablemente armado como un aliado y no un enemigo, en el año 2016 podrían resultar más récords para Brasil, año en que se realizarán las Olimpíadas a las que las víctimas del delito no podrán asistir.
Fundado en el año 2004, esta ONG, actúa en defensa del derecho a poseer y portar armas de fuego. Su presidente, Bene Barbosa, tras el mundial de fútbol acaba de publicar un artículo “Grandes eventos, buena seguridad. Y después que?” cuyo párrafo final compartimos con nuestros lectores.
“La sensación real de tranquilidad verificada durante el campeonato contrasta con la dura realidad que enfrenta el brasileño. Esta realidad impuesta por un gobierno que insiste en apostar por viejas doctrinas ideológicas, tal como la tesis del desarme, en lugar de formular una política eficaz de seguridad pública. Durante la Copa del Mundo, la selección alemana masacró a Brasil en un partido de fútbol, pero todos los jugadores sobrevivieron y continuaron con sus vidas, tal vez elogiando el desarme mientras viajan en vehículos blindados, están protegidos por guardias armados o se benefician de la seguridad real de los países en los que juegan. En el juego de la vida – la suya, la mía, nuestra vida real – la violencia continúa. La cifra de muertos llegó a 29 por cada cien mil habitantes en el año 2012; en Alemania es de 0,9. El suicidio en Brasil es 32 veces mayor. El nivel de calidad no ha evitado una masacre figurada en el césped y no evitará la masacre anual fuera de él”.
El autor de la columna publicada en townhall.com es el Presidente del Crime Prevention Research Center y autor de “More Guns, Less Crime (más armas menos crimen)”.
Las estrictas leyes de control de armas de Brasil han fracasado. La tasa anual de homicidios del país ahora es de 31 por cada 100,000 personas, casi seis veces más alta que la tasa de los EE. UU.
Después de que la legislación de desarme de Brasil entró en vigencia en 2003, la tasa de homicidios del país es más alta ahora que en 2002. La verdadera tasa es sin duda aún peor, ya que las cifras del gobierno en el pasado han subestimado sistemáticamente los homicidios en aproximadamente un 15 por ciento y esa brecha aparece para aumentar con el tiempo.
Jair Bolsonaro asumió el cargo de presidente con la premisa de derogar las leyes de control de armas de Brasil como una plataforma central de su campaña. Prometió que las “buenas personas” de Brasil llevarán armas en público para que puedan tener la oportunidad de defenderse.
Solo 1.3 millones de brasileños tienen licencia para poseer armas de fuego legalmente, menos del uno por ciento de la población adulta.
La mayoría de los estadounidenses no necesitan licencias para poseer armas, por lo que contar no es tan fácil. Pero una encuesta del Wall Street Journal / NBC News en marzo pasado descubrió que el 47 por ciento de los hogares estadounidenses era dueño de un arma, mientras que otro 3 por ciento no respondió. Otra encuesta realizada el año pasado por la Universidad de Monmouth situó la posesión de armas domésticas en un 46 por ciento, con un 7 por ciento que no responde la pregunta. Y hay buenas razones para creer que estas encuestas subestiman la posesión de armas.
Brasil tiene todas las leyes de control de armas con las que los defensores estadounidenses del control de armas han soñado. Los propietarios de armas deben tener 25 años de edad y someterse a exámenes de aptitud psicológica y técnica, así como mostrar pruebas de empleo y explicar sus razones para querer un arma.
Los brasileños también deben pagar 260 dólares por nuevas licencias de armas y otros 25 cada tres años por renovaciones. Con un ingreso per cápita de la cuarta parte de los EE. UU., estos aranceles ponen la posesión legal de armas fuera del alcance de los pobres, las personas más propensas a ser víctimas de delitos violentos.
Mientras que más de 17.3 millones de estadounidenses tienen portación de armas de fuego, en Brasil es ilegal que las personas lleven armas fuera de sus hogares.
En Brasil, poseer una pistola sin licencia te lleva a cuatro años en la cárcel y, sin embargo, el 70 por ciento de los asesinatos se cometen con armas. Eso es porque las armas de fuego están ampliamente disponibles para los delincuentes en el mercado negro. “Todos los matones ya tienen armas, ¡solo los buenos son los que no las tienen!”, Dijo Bolsonaro durante la campaña.
Los medios de comunicación mundiales afirman que Bolsonaro lo tiene que reveer. Bloomberg News se burla: ” Es difícil comprar las propuestas actuales defendidas por lobbistas y algunos políticos que pretenden hacer que Brasil sea más seguro al aflojar los controles “. El Wall Street Journal advierte que “los expertos en violencia dicen que simplemente agregar más armas a la mezcla … Sólo hará que la tasa de homicidios suba más rápido “.
Los defensores del control de armas siempre hacen el argumento simplista de que más armas significa más crimen. Cuando los estados pasaron permitieron leyes de portación de armas siempre hubo predicciones de sangre en las calles. Sin embargo, hay una razón por la que ningún estado ha tenido una audiencia legislativa para eliminar una ley de derecho a portar armar, y mucho menos aprobar dicha legislación.
Si la propiedad legal de armas de fuego causara más crímenes, ¿por qué las tasas de homicidios han aumentado cada vez que se han prohibido las pistolas o pistolas? Hemos visto esto en todo el mundo, incluso en países insulares como Irlanda, Jamaica e Inglaterra. Estos países no pueden culpar a algunas áreas vecinas por su suministro de armas ilegales, una excusa a menudo hecha para las prohibiciones de armas fallidas en Chicago y Washington, DC. Pero no importa cómo se mire, esa explicación todavía no explica el aumento de las tasas de homicidios.Dos tercios de la investigación publicada por expertos en Estados Unidos muestran que las tasas de delitos violentos disminuyen de manera generalizada cuando los estadounidenses pueden protegerse a sí mismos y prácticamente todos los demás dicen que no tienen impacto. Ninguna de estas investigaciones cuestiona qué tan extremadamente respetuosos de la ley son los titulares de permisos de portación de armas de fuego, con personas que pierden sus licencias por cualquier motivo relacionado con armas de fuego en milésimas o decenas de milésimas de 1 por ciento.
La razón es la que dio Bolsonaro por Brasil. Incluso si las estrictas leyes de control de armas hacen que sea más difícil para los delincuentes obtener armas, aún así, principalmente desarman a los ciudadanos que respetan la ley. Esto hace que cometer un crimen sea más fácil.
Quizás los defensores del control de armas temen que Bolsonaro vuelva a probar que el control de armas es perjudicial, especialmente para los ciudadanos más vulnerables.
El autor de “More Guns, Less Crime (más armas menos crimen)” explica en este nuevo libro cómo los políticos, los medios de comunicación y los “estudios” fallidos han torcido los hechos sobre el control de armas.
Lott destruye un falso mito sobre la posesión de armas tras otro. Desde mitos sobre tiroteos públicos masivos hasta suicidios, tasas de posesión de armas y delitos, hasta zonas libres de armas, Lott aborda los reclamos que escucha con frecuencia en los medios de comunicación y explica qué está mal con esos reclamos.
“John Lott muestra que los medios y muchos políticos están predispuestos contra las armas. Por ejemplo, En los medios de comunicación se escriben muchas historias sobre tiradores, pero muy pocas sobre los usos defensivos de las armas. Del mismo modo, muestra que algunas políticas de control de armas son en realidad contraproducentes. Los tiradores buscan zonas libres de armas. Si prohibiéramos las armas de “asalto”, los tiradores podrían cambiar a armas de caza más grandes. El libro está lleno de análisis estadísticos y gráficos, por lo que sus puntos son fáciles de entender y son persuasivos. Cualquiera que defienda el control de armas y no considere seriamente el trabajo de John es negligente. Cualquier periodista que al menos no considere el trabajo de John está cometiendo negligencia periodística “, señaló Paul H. Rubin, profesor de economía emérita de Dobbs, Universidad de Emory.
“Tenemos que agradecer a John Lott por brindar una vez más una investigación basada en hechos y empíricos para contrarrestar la campaña bien financiada y organizada del movimiento anti armamento basada en nada más que consignas, mitos y propaganda diseñados para demonizar a los partidarios de nuestra querida Segunda Enmienda. mantener y portar armas “. David Clarke Sheriff (RET) Condado de Milwaukee
El libro está escrito en idioma inglés y se puede adquirir desde la plataforma AMAZON tanto en su versión de tapa blanda como para leer desde Kindle.
Fuente: https://www.revista-airelibre.com/
Incontables son las ocasiones en que los gobernantes presentan como política pública la prohibición de la portación de armas con el objetivo central de “reducir la violencia y los homicidios” o “mantener el desarrollo pacífico de la vida social”. Los verdaderos resultados de esta política se alejan bastante de aquellos a los que apunta conseguir. La realidad es que la política de desarme o de control de armas no previene la violencia.
Defendemos a nuestros presidentes con armas, al igual que a nuestros gobernadores, celebridades, eventos deportivos, joyerías, bancos, cortes, y sin embargo, a nuestros niños los defendemos con un cartel que dice “esta es una zona sin armas”, para luego, ante una emergencia, llamar a alguien con un arma.
Cuando hay un atentado, culpamos al que puso la bomba. Eso es correcto. Cuando hay un accidente de tráfico, culpamos al conductor. Eso también es correcto. Cuando hay un tiroteo, ¿por qué la gente culpa a las armas?
Prohibir la portación de armas equivale a prohibir los matafuegos en todos los edificios y hogares, por el simple hecho de que vendrán los bomberos y serán ellos los que sepan correctamente qué hacer. La realidad es que en la mayoría de las ocasiones, necesitamos algo para apagar el fuego de inmediato, porque en caso de esperar podría hacerse demasiado tarde para preservar nuestras vidas y las de nuestros seres queridos.
Quien quiera conseguir un arma para dispararte, lo hará por el medio que sea, como sea, cuando sea y donde sea. Mientras tanto, cuando el gobierno dispone una política pública de prohibición y de control de armas, el menos beneficiado es el ciudadano honesto y decente, que en vez de defenderse inmediatamente ante la presencia de un intruso, deberá recurrir a un teléfono sin que el intruso lo vea, marcar el 911, esperar que lo atiendan, que llegue finalmente la policía, y para ese entonces, tal vez él y algunos miembros de su familia ya hayan sido asesinados. Un arma en la mano es mejor que un policía en el teléfono.
Más del 90% de las intervenciones de la policía se dan cuando el crimen ya se ha cometido y llegan al lugar sólo para ver lo sucedido. Estar armados producirá algo que se busca hace largo tiempo: el cambio en el comportamiento de los criminales.
Sí, los gobiernos con su “buena fe” buscan promover la política de desarme con el fin de garantizar la protección de la ciudadanía. ¿Otro resultado? Policías inmersos en el narcotráfico, las mafias y la corrupción que poco hacen por defenderte, ya que muchos tienen sus conexiones con los mismos delincuentes. Pero por supuesto, quienes dicen que “nadie debe estar armado” son justamente los que tienen entrenados agentes vestidos de negro y policías rodeando sus autos blindados, cargando, probablemente, dos o más armas cada uno.
El efecto que no se ve del celebrado control de armas es el enorme aumento de todos los males que propone eliminar, ya que no se estarían quitando las armas a los hombres malos y asesinos, sino a aquellos honestos y decentes.
Asimismo, bajo el control de armas, el que quiere matar o entrar a robar a tu hogar, sabrá que tiene la gran ventaja de que te encuentras desarmado, lo mismo al intentar robarte en la calle, motivo por el cual el delincuente jamás se verá amenazado y tendrá más incentivos para continuar asaltando o asesinando.
Una buena parte de los políticos cree que promulgando nuevas prohibiciones y limitaciones logrará resolver los problemas que aquejan a la población. Pareciera no comprenderse la esencia de las prohibiciones y sus inalterables resultados: siempre generarán un aumento de la presencia de aquello que intentan prohibir y, además, lo que buscan prohibir quedará en las manos deshonestas que abundan en el mercado negro.
Por más que existan leyes que prohíban el alcohol, las drogas o lo que sea, las personas que consumen esas sustancias se las arreglarán de la manera posible para conseguirlas, consumirlas y hacer con ellas lo primero que se les ocurra.
Sin embargo, cada vez que asesinan a alguien o se cometen actos de terrorismo, muchos son los que piden que se adopten nuevas leyes de control de armas. Todo esto terminaría tarde o temprano perjudicando a los propietarios de armas responsables. Muchas leyes son fáciles de burlar y estos controles tienen efectos negativos.
Como explicó Jeffrey Miron, director de estudios de pregrado de Harvard y académico del Cato Institute, “estas leyes imponen costos sobre las personas que poseen y usan armas sin causar daño a otros, ya sea para cazar, coleccionar, practicar tiro, autodefensa o simplemente para la tranquilidad mental”.
En otras palabras, los ciudadanos malos estarán bien armados y los ciudadanos que respetan la ley, no lo estarán. La sociedad está tardando en comprender que el problema no son las armas, sino las personas. De no ser así, deberíamos prohibir por ley absolutamente todo elemento que pueda llegar a utilizarse para cometer crímenes: vidrios, sogas, cables, palas, agua, fuego o cualquier cosa que aparezca en algún film de género criminal. En este sentido, los controles y la prohibición no eliminan las armas más de lo que la prohibición de drogas ha acabado con su tráfico o consumo.
Está comprobado que las políticas de control de armas son un gasto del dinero público y no logran el efecto que buscan. Apoyar un programa para tratar los trastornos y las enfermedades mentales a tiempo probablemente sería más efectivo que prohibir los medios.
Los asesinatos de múltiples víctimas como los que hemos visto últimamente en los Estados Unidos y Europa seguirán aconteciendo, y mucho más en aquellos lugares donde los controles de armas sean más fuertes. El que busca matar, por sentido común, nunca irá a matar a un grupo de 50 personas en el que sabe que probablemente 30 de ellos están armados. Al contrario, irá con mayor fervor donde sabe que nadie podrá defenderse y donde él tenga el control para imponer su cometido.
No, no subirán las muertes por el hecho de que uno tenga un arma en su casa y se defienda en el caso de que lo ataquen. Al contrario, el ladrón o asesino comenzará a limitarse en sus entraderas, al saber que alguien en el lugar sobre el cual quiere violar un derecho de propiedad puede hacerlo caer antes de que él dispare el gatillo.
El derecho a portar armas, sin lugar a dudas, reduce el crimen violento, y esto está comprobado empíricamente. Si uno no quiere matar, no mata. Al igual que si uno no quiere consumir drogas, no las consumirá por el simple hecho de que sea legal hacerlo, al igual que sucede con el alcohol.
Para apuntar a ejemplos particulares, Brasil y Rusia tienen fuertes leyes de control de armas; sin embargo, las mismas no han logrado detener las tasas de crimen en sus respectivas sociedades. Mientras, Suiza e Israel tienen niveles altísimos de tenencia de armas y así y todo, tienen bajos niveles de crimen y asesinato.
En la década del 90, Australia y Gran Bretaña convirtieron en ilegal la tenencia de armas de fuego. Usted dirá que la violencia armada se redujo a niveles drásticos, sin embargo esto no ha resultado así: en Gran Bretaña aumentó un 40% desde aquella prohibición; en Australia, a cuatro años de la aprobación de dicha ley, aumentaron los asaltos con armas de fuego al igual que los homicidios.
Según los datos del economista norteamericano John Lott, en aquellos estados de Estados Unidos en los que es más fácil caminar armado, se han reducido los homicidios en un 10%, al igual que los asaltos y las violaciones.
Gobiernos totalitarios como los de Hitler, Stalin o el del mismo Fidel Castro, decretaron de entrada la prohibición de la tenencia de armas y el desarme de la población. En la otra mano, Thomas Jefferson y John Locke fueron fieles promotores de la portación de armas.
Suiza no suele sonar en los noticieros o titulares de diarios por motivos de muertes violentas o asaltos. ¿El motivo? Suiza tiene el mayor número de armas por persona en toda Europa y es el tercero en el mundo con mayor cantidad por habitante, detrás de los Estados Unidos. Según Small Arms Survey, habría 2,3 millones de armas entre los ciudadanos de dicho país, es decir, el pueblo está fuertemente armado.
Esta tradición tienen sus comienzos en el momento en que se sentaron las bases de la Antigua Confederación Helvética en 1291, pueblo que decidió armarse para preservarse a sí mismo y a su independencia. Más adelante, en el siglo XIX, al establecerse las bases de Suiza como Estado moderno, se promulga la neutralidad en la política exterior, la libertad de armas y la práctica constante del tiro.
El derecho a la propia defensa es necesario y fundamental. Y es menester comprender que el problema no se encuentra en las armas más peligrosas sino en los ciudadanos más peligrosos.
Hoy, en general, los gobiernos no pueden defenderte y encima de todo, pretenden desarmarte para que tampoco puedas defenderte por ti mismo.
Cesare Beccaria escribió en 1764 en Dei delitti e delle pene que “prohibir armas sería lo mismo que prohibir el uso del fuego sólo porque quema o el agua porque ahoga” y que “leyes de ese tipo hacen las cosas más difíciles para los asaltados y más fáciles para los asaltantes, sirven para estimular el homicidio en lugar de prevenirlo ya que un hombre desarmado puede ser asaltado con más seguridad por el asaltante”.
Asimismo y a modo de conclusión, resulta interesante observar la imagen que los gobiernos, en general, tienen de nosotros los ciudadanos: cuando nos hacemos mayores podemos elegir a nuestros gobernantes, casarnos, tener hijos, ir a la guerra a defender al país, trabajar incansablemente pero sin embargo, según su punto de vista, los ciudadanos no somos capaces de defendernos, por lo que no deberíamos tener un arma, al igual que tampoco somos capaces de ahorrar, motivo por el cual debemos darle todos los meses un poquito de nuestro dinero al Estado para que lo administre “correctamente” y al crecer nos lo dará mes a mes para que podamos vivir felizmente –esto jamás sucede-, siempre utiliza ese dinero para saciar sus ansias populistas de mayor poder otorgando prebendas y subsidios, y los pobres ancianos quedan desahuciados y sin dinero.
Debemos dejar de ver las armas como término negativo, como sinónimo de violencia, muerte, crímenes o heridos. Es momento de verlas como un derecho fundamental de la persona, el derecho a la autodefensa y a la propiedad. Es momento de convertirlas en sinónimo de defensa, seguridad y protección.
¿Quieres un motivo para estar en contra del control de armas? Un arma cargada en casa puede salvar la vida de tus hijos, así de sencillo. Lo primero que cabe decir es que las leyes de control de armas no pueden cumplir el que es su objetivo declarado: desarmar a los criminales. En definitiva, “cuando las armas están fuera de la ley, sólo los fuera de la ley tienen armas”.
(*) Artículo publicado en Panamá Post – Noticias y Análisis de las Américas
Lo pidió en público ante la ola de violencia que se registra en la ciudad.
Los disparos se escucharon como fuegos artificiales en el sur de Guayaquil. Con los dos asesinatos registrados el pasado sábado la cifra de crímenes en el Puerto Principal asciende a 458 de enero al 23 de septiembre pasado, una cifra que es casi 80% más de las muertes violentas que se perpetraron en el 2020.
La ola de violencia en Guayaquil ha generado un nuevo debate para combatir la inseguridad.
La alcaldesa Cynthia Viteri pide que se promulgue una ley que permita a la gente estar armada con el objetivo de defenderse. Lo dijo en su discurso por los 201 años de Independencia de Guayaquil.
“Disparan dentro de centros comerciales, disparan en las esquinas, disparan en el centro de la ciudad (…), todos tenemos derechos pero quien mata con saña perdió su condición de humano (…) Demando que las leyes que cobijan a la delincuencia cambien: que quienes pasen los rigurosos exámenes a través del Ministerio de Defensa puedan portar armas como lo era antes”, esto lo dijo frente al presidente Guillermo Lasso.
La portación de armas para las personas naturales se convirtió en un delito desde agosto del 2014 con la entrada en vigencia del Código Integral Penal. La normativa sanciona con prisión de tres a cinco años. Pero ya en el 2011, el expresidente Rafael Correa emitió el Decreto Ejecutivo 749 y dispuso que los ciudadanos no puedan llevar armas de fuego en su vehículo, equipaje, mochila, ropa, manos, etc.
Antes de eso también existía una prohibición para que la gente portara armas, que databa de 1997 cuando el ex-Presidente Fabián Alarcón reglamentó la ley de fabricación, importación, exportación, comercialización y tenencia de municiones y explosivos, donde ya se facultaba la prohibición de que una persona natural pueda tener armas.
Actualmente, los policías y los militares son los únicos facultados para portar armas.
Chávez arma a 500.000 civiles en Milicia Bolivariana para 2012. Se entiende, entonces, que el desarme que promueve el gobierno chavista es para EXPROPIAR el derecho que tiene el pueblo venezolano a su legitima defensa ante esta acción que busca amenazar a la población civil y garantizar la perpetuación de Chávez en el poder.
En un intento de combatir el crimen en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro promulgó este sábado una ley para controlar las armas de fuego en manos de la población civil.
La Ley para el Desarme y Control de Armas y Municiones, fue promulgada luego que el pasado 11 de junio fuese sancionada en la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional.
Con ella se espera reducir la alta tasa de criminalidad y pacificar al país.
La ley, de 126 artículos, restringe la venta de armas de fuego y municiones a ciudadanos particulares y establece que quienes posean de forma ilícita un arma de fuego serán sancionados con una pena de siete a 20 años de cárcel.
Además establece la creación de un fondo para atender a las víctimas por armas de fuego que será financiado por un 5% de las ganancias de las empresas que comercializan y producen armamento.
Fuente: https://www.bbc.com